EL INFIERNO BELGA

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Uno de los países con las gradas más macarras de este lado del Muro de Berlín. Poca gente levanta el dedo y apunta ‘¡Bélgica!’ cuando en clase el profesor pregunta por los países más llamativos de Europa por su escena ultra. Ahí, en un rincón, oculto detrás de Francia y del humo que sale de las gradas alemanas. Pero quien no lo vea es porque no está mirando bien. Y como no queremos ser de esos, un Standard – Anderlecht nos parecía la ocasión perfecta para llevar la bandera de este fanzine por primera vez hasta el país de las patatas fritas y el descontrol en las gradas. Ante ti se muestra la prueba de que hicimos bien.


Lieja es conocida por varias cosas que a quien escribe y lee este fanzine probablemente se le escapen, con la excepción de la Tribune Terril del Maurice Dufrasne, que sobresale por encima de las guerras de obispos que han marcado la historia de la ciudad, o la de sus minas e industria.


Y es que eso estará muy bien y será muy interesante, pero Detrás de la Portería llegaba a la ciudad atraídos por un partido que iba a incluir a dos de las escenas más interesantes del país, con permiso de Brujas, Amberes o Charleroi, por nombrar otros equipos con tradición. Y es que, tanto los de Lieja como los de la capital, tienen décadas de trayectoria a sus espaldas.



Lieja no es solo el hogar del primer grupo ultra del país. Ya desde 1968 algo se movía con KOP Rouche. Una grada animosa, a semejanza de lo que había en Inglaterra, el país que más influenció los estadios belgas en el siglo pasado. Sin organización y un carácter de espontaneidad muy grande. Es en esta grada lateral donde comienzan a aparecer chavales cada vez más macarras que querían llevar esa energía también a las calles, algo que no estaba bien visto por los mayores, que simplemente querían pasarlo bien durante el partido. En 1981 estos chavales se van del lateral a la Tribune Terril a escribir su propia historia, con el nombre de Hell Side, un grupo hooligan con el modelo side que caracterizó a Bélgica hasta entrado este milenio. El nombre, referencia al infierno, lo que ha sido una constante desde entonces, tenía su origen en la crónica de un periodista francés que a finales de los cincuenta había descrito Sclessin, con su ambiente industrial, y el estadio, con sus gradas repletas y ruidosas, como ‘el infierno’. Algo que enganchó a los hooligans locales. Generaban ambiente a su manera, por ejemplo mediante el uso de pirotecnia, pero donde destacaba Hell Side era en la calle, siendo junto a los de Charleroi, Amberes y Anderlecht las gradas más problemáticas del país durante el resto de la década de los ochenta y la de los noventa.


Hablábamos antes del carácter industrial de Lieja, lo que se traduce en una inmigración elevada, que era visible en las gradas del Maurice Dufrasne, o en el mismo Hell Side, un grupo sin implicaciones políticas pero con variedad de tonos (de su grada sale el grupo de rap Libertas Gentes). Y uno de los orígenes de las familias de inmigrantes que poblaban la ciudad, el estadio y el segundo nivel de la tribuna era Italia, un país con cierta importancia cultural para los que nos reunimos detrás de una portería o de este fanzine. Era cuestión de tiempo que estos hijos y nietos de italianos llevasen hasta Lieja lo que veían en sus vistazos al hogar familiar, y así, a mediados de los noventa iban a convertirse en una fuerza que intentaba girar la mirada del grupo del oeste hacia el este, de Inglaterra hacia Italia. El 17 de agosto de 1996 este impulso se transformó en Ultras Inferno, todavía dentro de Hell Side, y que agrupaba a quienes buscaban introducir en Bélgica la mentalidad y las maneras ultras italianas. Algo que, obviamente, no agarraba demasiado bien en un país de tradiciones y formas británicas, y los conflictos entre los nuevos ultras y parte de los viejos hooligans iban a ser inevitables, lo que iba empujando al grupo progresivamente hacia su independencia. Tanto fue así que, en el año 2000, estos conflictos llevaron a Ultras Inferno al tercer anfiteatro de la Tribune Terril, donde no duraron ni una temporada antes de volver al segundo, donde nacieron y donde siguen aún a día de hoy. Los esfuerzos por limar esas asperezas llevaron a la creación de un local donde pudiesen encontrarse y convivir quienes poblaban la grada, y así nació La Cosa SLCellule d’Organisation de Spectacles et Animations Standard de Liège-, fundado y frecuentado por miembros de ambos grupos, y, a día de hoy, por numerosos aficionados del Standard, y que ayudó a asentar las relaciones cordiales. Además de esto, es la ‘fachada legal’ de Ultras Inferno. Si volvemos a hablar de rap, podéis echar un vistazo bastante completo a su ambiente viendo el videoclip del tema que los ultras lanzaron por su decimoquinto aniversario.


Con las relaciones entre ambos grupos por el buen camino, podemos movernos hacia el futuro, cuando un nuevo grupo ultra aparece en escena en 2004. Publik Histerik Chaos nace en  la tribuna de enfrente, conocida como Meuse, por el río que hay tras ella, donde se ubicaba el sector visitante, con la intención declarada de evitar que en partidos importantes esta se convirtiese en el hogar de grandes desplazamientos de los rivales del Standard. Caras nuevas que buscaban crear allí un nuevo foco de animación. Desde entonces, se han desarrollado según sus tiempos y sus formas, diferentes, más cerradas que las de los grupos de la Tribune Terril, y, además, su ubicación les convierte en uno de los centros de atención en los partidos con gran rivalidad, ya que lo único que les separa de los visitantes son dos vallas. Para eso nacieron.


Cerraremos el repaso a las gradas del Standard con el nacimiento en 2013 de RSCL Youth, un grupo hooligan de formas más actuales, formado parcialmente por miembros de los otros grupos en un momento en el que hubo quien sintió la necesidad de organizarse para las peleas pactadas, y que a día de hoy aún existe entremezclado con los demás.


Saliendo de esta ciudad obrera e industrial, y dirigiéndonos a la capital, podemos encontrar el municipio de Anderlecht, hogar del club más exitoso de la historia belga, el Royal Sporting Club Anderlecht. Hogar, también, de una de las sides más importantes y descontroladas del país, O Side, que en 1981 empezarían a generar problemas desde esa grada del Constant Vanden Stock  en toda Bélgica, y siguiendo a su equipo por Europa. Una side que se mantuvo activa durante más de dos décadas, hasta que fue perdiendo actividad con el cambio de siglo. Ya desde mediados de los noventa una nueva generación de hooligans, con otra forma de hacer las cosas, iba naciendo mediante pequeños grupos que acabaron dando forma en 1996 a Brussels Casual Service, quizá el grupo más conocido y respetado de entre los del Anderlecht, que por aquí se midió el lomo con Herri Norte Taldea sobreel césped del viejo San Mamés. Unas gradas con absoluto estilo y tradición británica.


Una tradición que iba a ver como en 2003 aparecía un grupo diferente. Mauves Army, pese a lo anglófilo de la denominación (utilizada para referirse a los aficionados que seguían al equipo), nace con la intención de organizar la animación en el estadio, y realizar coreografías en los partidos importantes, del mismo modo que habían estado viendo cómo animaban otras aficiones cuando habían salido de sus fronteras siguiendo a su equipo. Un paso intermedio hacia el modelo ultra, que se vio con recelo y desconfianza por el resto de una escena que solo miraba hacia las islas, y que, además, entendía que en Bélgica esa forma de animar era propia de los liejenses. Pero una vez estaba puesta la primera piedra, y con la escena francesa en plena ebullición en aquellos años, con el primer cambio generacional dentro de Mauves Army en 2006 llegaron las primeras voces que dijeron: “Nosotros queremos hacer eso”. No creemos que haga falta decir que esto fue conflictivo: con los otros grupos, con el club, con el resto de aficionados… E incluso en el seno del grupo. De repente, había un pequeño grupo de chavales que querían romper con la fascinación británica, poner sus energías en el tifo y no en las peleas, y, además, querían abrir paso al uso en la animación del francés y del neerlandés. Un verdadero cambio. Un verdadero problema, que hizo que al grupo le costase años y mucho esfuerzo ir abriéndose su camino, crecer y establecerse. Sirva para ilustrar esto el hecho de que durante varias temporadas apenas pudieron acceder a entradas en los desplazamientos, y que han tenido que pelear durante años por un nuevo modelo de reparto de estas, más justo, que les permitiera convertirse en el pulmón de la afición, también lejos de casa. Durante casi una década fueron el único grupo ultra anderlechtois, pero una mudanza temporal en 2012 hizo que cuando Mauves Army volvió al Bloq Nord, se dejase atrás a unos cuantos miembros que comenzaron su propio camino detrás de la pancarta de South Leaders, grupo secundario en el Vanden Stock y en los desplazamientos, donde colaboran con el grupo matriz.


Cierra esta ensalada de nombres el de Forest Fighters Anderlecht, grupo que desde 2019 ha dado un nuevo brío al hooliganismo anderlechtois. Su nombre deja clara la naturaleza del grupo, así que poco más podemos añadir nosotros.


LA CIUDAD BURGUESA CONTRA LA CIUDAD INDUSTRIAL


Ambos equipos tienen rivalidades quizá más acentuadas, como puede ser Charleroi para el Standard, por disputarse la primacía valona, o Amberes para el Anderlecht, que, además, tiene arraigo en los problemas en la calle. Pero sin duda el partido más grande de Bélgica es este. Los dos equipos más exitosos, dos ciudades de carácter completamente diferente, valones contra flamencos. Lieja contra Bruselas, porque Bruselas solo se representa a sí misma, y el Standard cuenta con gran cantidad de aficionados y peñas entre la comunidad flamenca. Y probablemente las dos escenas ultras más importantes del país, con dos de las hordas  de hooligans más respetadas por detrás. Un partido que siempre va acompañado de grandes ambientes y tifos, y, de vez en cuando, calles llenas de cristales rotos. La última vez fue en 2019, con BCS apareciendo frente a los bares de los liejenses. Otras veces los encuentros han sido más fortuitos, pues unos años antes el autobús de Mauves Army se quedó atrapado en un atasco llegando al estadio rival, y los locales tuvieron a bien atacarlos. Una violencia que cada cierto tiempo salta de forma esporádica e inesperada, por lo que la noche de antes Ultras Inferno ya estaba alerta mientras hacían algunos arreglos para el tifo, y nos recibían en un bar a escasos metros del estadio, para citarnos a la mañana siguiente, con los últimos preparativos antes del partido.


Un centenar de ultras trabajaba repartiendo por la grada los elementos que iban a formar el recibimiento al equipo bajo la mirada de algunos miembros de seguridad del club. Con todo listo, tocaba trasladarse a la calle, donde Hell Side ya eran visibles en la puerta de su bar, con un número que iba creciendo continuamente (y una media de edad que no iba descendiendo). Nosotros hacíamos lo propio en la ya nombrada La Cosa, donde Ultras Inferno, RSCL Youth, algunos miembros de Hell Side y unos pocos aficionados normales iban abarrotando el local y calentando a tragos de Jupiler. Del mismo modo, todos los bares y puestos de bebida y comida de la zona iban llenándose de gente, pero no parecía respirarse ninguna tensión ni nada que permitiese suponer que era un partido con la rivalidad que sabíamos que tenía. Parte de esto viene explicado por el hecho de que en Bélgica obligan a hacer los desplazamientos en autobús, desde un punto fijado por la policía, con escolta durante todo el camino, y acabando en el recinto cerrado reservado para los visitantes en el estadio. Por lo que no nos cruzamos ni un solo aficionado del Anderlecht. Ni siquiera en nuestra búsqueda de la previa de Publik Histerik Chaos, que hacen a su bola en su local, cerca de donde, nosotros sí, fuimos interpelados por un anciano que nos advertía que más nos valía no ser aficionados visitantes. Creemos que no le llegamos a convencer.


La Loi Football, de 1998, lanzada de cara a la Eurocopa del 2000, tras los desmanes de mediados de los noventa, se ha encargado, con sus sucesivas reformas, de organizar y regular todas las cuestiones relativas a la seguridad en el fútbol belga. A esta ley le debemos los buses que hicieron que no se viese a ningún aficionado visitante por la ciudad, o el devenir del partido al que estábamos a punto de entrar, y es que lo reducido de la grada, el hecho de poder beber en el estadio y los preparativos para los diferentes tifos que iban a ocurrir, hacían que entrásemos a la Tribune Terril con más de una hora hasta el pitido inicial. Allí dentro Hell Side bebía y cantaba en los bares, y los ultras preparaban y calentaban la grada, siendo el ‘Puta Anderlecht’ el  cántico favorito de todo el estadio en toda la previa, varias fases del encuentro y tras el pitido que le puso fin.


Cuando aún quedaban unos minutos para la salida de los equipos, desde el tercer nivel de la Tribune Terril se desplegaba un tifo que iba a tapar las cabezas de las dos terrazas inferiores. Un cubregradas en blanco y negro con el diablo/logo de Ultras Inferno, sacado de una marca de motos italiana (¿habíamos hecho referencia a las influencias del país transalpino?), de un grosor por encima de lo normal, que convertía el ambiente bajo el plástico en lo más parecido a una rave en una cueva que podemos imaginar. Con los jugadores a punto de formar para dar inicio el partido, se levantaba el cubregradas, y bajo él, en el nivel central, el ocupado por Ultras Inferno y Hell Side, se desplegaban banderas negras, cientos de diablos, otra vez el logo del grupo, y se encendía pirotecnia: bengalas, estrobos, humo y, por primera vez en las gradas belgas, fuegos artificiales, que salían disparados desde el segundo graderío al cielo sobre Sclessin, acompañados de la pancarta ‘El que ve al diablo en todas partes, lo lleva dentro’.


En la tribuna de enfrente, Publik Histerik Chaos hacía lo propio, y había vestido al primer y segundo nivel de su grada de blanco y rojo, respectivamente, a lo que acompañó de las pancartas ‘Oh, Standard de Lieja, siempre estaremos ahí para ti’. La pirotecnia tampoco faltaba a este extremo del césped.


En el mismo fondo, pero al otro lado de la valla, la afición visitante recibía a su equipo con pirotecnia, con Mauves Army y South Leaders en el tercer nivel, desde donde se organizaba la animación, y un segundo graderío con algunas pancartas y banderas, pero una animación menos constante y organizada.


Unos visitantes que iban a empezar el partido de la mejor forma posible, con un gol en el minuto tres que devolvía los botes de humo a la grada, cuando aún una nube provocada por la pirotecnia del inicio cubría el terreno de juego.


Un imprevisto que no iba a frenar la animación local en la Tribune Terril, apoyada sobre un speaker con megáfono, dos bombos, y varios encargados de mantener la grada activa, por ejemplo, mediante los numerosos palmeos organizados en una grada que superaba con creces su capacidad, por lo que la imagen de descontrol acompañaba a la animación constante, con cánticos sostenidos durante bastantes minutos seguidos. Tanto fue así que el repertorio no había hecho más que empezar para cuando los locales empataron en el minuto veinte, y un solitario bote de humo empezaba a arder en la tribuna de los ultras. Algo más impactante fue el segundo tanto, solo unos minutos después, que llegaba a la red  al mismo tiempo que las bengalas habían vuelto al segundo graderío, detrás de la pancarta ‘El infierno es nuestro’. La animación se iba a mantener al mismo nivel hasta el final de la primera parte, cuando los bares de la grada se iban a llenar de ultras eufóricos que no iban a dejar que esos quince minutos fuesen un descanso para nadie, y mientras los pasillos vibraban, en la grada volvía a organizarse un nuevo recibimiento al equipo.


El inicio de la segunda parte trajo el bengaleo más grande que Ultras Inferno había organizado nunca, con prácticamente todo el segundo graderío encendido y, una vez más, fuegos artificiales, aunque esta vez se dispararon fuera del estadio, desde el montículo que da nombre a la grada, donde los ultras con prohibición de acceso se sumaban al tifo. De la valla colgaba la pancarta ‘Desde el 96 veo las brasas encendidas’. Una fiesta para los locales que cada vez parecía más aguada para los visitantes, que pese a seguir ondeando los banderones desde el tercer nivel, fue transmitiendo una actitud cada vez más sombría desde que las cosas empezaron a torcerse para ellos, y es que los locales ya nos habían avisado. ”Como el Standard comience a dominar el partido, los ultras visitantes van a querer pararlo, porque no se pueden permitir una humillación a estas alturas de la temporada”.


Como una predicción. Diez minutos corridos de la segunda parte, y el Standard hacía el tercer gol, con la grada explotando. Más que por la victoria, porque sabían lo que venía. Nada más reiniciarse el juego, bengalas y botes de humo morado caían en el córner donde se ubicaban los visitantes, haciendo al árbitro parar el encuentro y a los bomberos acudir a retirar la pirotecnia encendida. Como nos habían avisado la noche anterior, la normativa belga recoge que si un partido tiene que pararse en dos ocasiones por el lanzamiento de pirotecnia, el encuentro se suspende, y se cierra con la derrota del equipo cuya afición haya obligado a pararlo. Una medida que nos sorprendió tanto como probablemente a quien lea esto, y seguramente por los mismos motivos. La fiesta ya era completa en un Sclessin que, desde la grada de Publik Histerik Chaos, comenzaba a celebrar con un ‘Aux Armes’ de tribuna a tribuna.


Como una predicción. Diez minutos corridos de la segunda parte, y el Standard hacía el tercer gol, con la grada explotando. Más que por la victoria, porque sabían lo que venía. Nada más reiniciarse el juego, bengalas y botes de humo morado caían en el córner donde se ubicaban los visitantes, haciendo al árbitro parar el encuentro y a los bomberos acudir a retirar la pirotecnia encendida. Como nos habían avisado la noche anterior, la normativa belga recoge que si un partido tiene que pararse en dos ocasiones por el lanzamiento de pirotecnia, el encuentro se suspende, y se cierra con la derrota del equipo cuya afición haya obligado a pararlo. Una medida que nos sorprendió tanto como probablemente a quien lea esto, y seguramente por los mismos motivos. La fiesta ya era completa en un Sclessin que, desde la grada de Publik Histerik Chaos, comenzaba a celebrar con un ‘Aux Armes’ de tribuna a tribuna.


Una situación que, claro, trasladaba el interés de la celebración a las afueras del estadio, y mientras los ultras seguían recogiendo el material, cada vez más gente abandonaba la Tribune Terril para, esquivando las miles de personas que llenaban las calles, llegar hasta el otro fondo y sumarse al ataque a la zona del aparcamiento visitante. La policía, mientras, miraba. Dos vallas separaban a unos y a otros, lo cual no detenía el lanzamiento de todo tipo de objetos de un lado a otro, pero el despliegue de las fuerzas del orden parecía más preocupado por evitar que las puertas de las vallas cediesen. Las cargas que se produjeron fueron únicamente para mantenerlas cerradas, mientras los aparcamientos se convertían en un campo de tiro a ciegas, ante la mirada de cientos de aficionados que, otra vez, parecían poco sorprendidos y escandalizados.


Una situación que se alargó por más de media hora, hasta que la policía, con un grupo de chapas con peor pinta que los hooligans, reforzados por caballos y cañones de agua, decidieron que la fiesta tenía que llegar a su fin y los visitantes volver a su ciudad.


Sesenta y cuatro minutos de partido nos bastaron para arrepentirnos de no haber visitado Bélgica hasta nuestro séptimo número. Una visita a Lieja que se cerró con la certeza de que era uno de los partidos más guapos que hemos pisado para este proyecto. Mientras salíamos de Sclessin, aún alucinando y comentando lo vivido, el techno que lo impregna todo aquí, como el olor a patatas fritas, era la banda sonora de nuestra despedida.


Demasiadas cosas ocurridas como para haberlas podido recoger todas aquí. Y eso siempre es bueno.