EL SADAR ANTIMADRIDISTA

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Hace unos meses, con el inicio de la pandemia, nos enterábamos de que nos iba a tocar decir adiós a uno de los fondos más míticos de nuestro fútbol: el Graderío Sur del Sadar. Tras más de medio siglo, la directiva de Osasuna ha decidido jubilarlo, aprovechando la ausencia de público y el centenario del club. ¿Lo prometido? Mayor verticalidad, asientos rail-seat y mayor capacidad. ¿Lo que está en el aire? Unos posibles tornos dactilares y nuevas restricciones ¿Y lo que dejamos atrás? Muchísimo. Seguro que esperan grandes momentos, pero, con la marcha de esta grada, también se irá para siempre un trocito del Osasunismo. Quedarán para el recuerdo las tardes de humo, el aroma a puro y patxarán.


Por eso, rendimos homenaje a una grada que ya es historia, recordando algunas de sus grandes veladas. Podríamos hablar de muchas, pero hoy queríamos contaros aquellas noches en las que al Real Madrid le tocaba visitar Iruña; aquellas noches donde el verdadero miedo escénico, estaba en Pamplona.

El Sadar se inauguraba un 2 de septiembre de 1967, hace ya más de cincuenta y tres años, en un triangular entre Osasuna, Zaragoza y Vitoria Setúbal, con una capacidad de unos veinticinco mil espectadores, la mayoría de pie. Diez años después, en la 77/78 se instalaban las famosas vallas protectoras de color verde como medida de seguridad. Acompañarían a los rojillos hasta 2003. Toda una vida. Ese mismo año, se levantaba el icónico foso de dos metros que hasta hoy separa el césped de la grada.


Ir al Sadar, si eras jugador el Zaragoza, del Logroñés o, sobre todo, del Real Madrid, era una de las peores cosas que podían pasarte. Era una olla a presión. Un estadio en ebullición. Para poneros en contexto, os dejamos una cita de un jugador de la plantilla merengue, que llegó a decir que jugar en el Sadar “era como estar en la escena del desembarco de Normandía de Salvar al soldado Ryan”. Y, por lo que vamos a contar a continuación, no exageraba demasiado.


Había rivalidades ‘regionales’ con Logroño, Zaragoza e, incluso más adelante, con el Éibar, pero la que se vivía y se vive con el Madrid, era distinta. Esta, ha sido fruto de la tendencia política de los jóvenes que por aquel entonces poblaban el fondo del estadio pamplonés. Allí, como os podéis imaginar, se juntaba lo mejor de cada casa y, haciendo una pequeña retrospectiva de la Iruña de finales de los ochenta, dio cabida a heavys, rockers, mods y punks que, al ritmo de Tijuana in Blue, encontraron en el fútbol una vía de escape al escaso porvenir que les brindaba su día a día: conflicto laboral y social, guerra sucia, lucha callejera… La Euskal Herria post ‘transición’ tuvo su reflejo en las gradas del estadio de Osasuna.

Porque hablar del Sadar es hablar de las frías pero apasionadas noches en las que toda Pamplona recibía con el cuchillo entre los dientes al equipo de la capital, al Real Madrid. Porque la relación entre el viejo Sadar y los vikingos da para mucho, para relatar un sinfín de episodios repetidos hasta la saciedad y en ocasiones sobredimensionados por la prensa deportiva madrileña hasta tal punto que algunos acabaron convirtiéndose en leyenda por las calles de la vieja capital del Reino. Tampoco fueron para menos.


Tenemos que remontarnos casi cuatro décadas, a principios de los ochenta, concretamente a 1981, para hablar del primer episodio ‘antimadridista’ documentado en el Sadar. Osasuna acababa de regresar de Segunda División, por lo que el ambiente era el de las grandes ocasiones, con los nervios a flor de piel. Tanto, que el partido tuvo que ser detenido durante varios minutos por el lanzamiento de naranjas y botellas sobre el juez de línea, llegando una de estas últimas a impactar en su cabeza. Pero esto solo era un aperitivo, y de los que te dejan con hambre, de todo lo que iba a venir después.


¿A alguno le suena el ‘caso del cochinillo’? No, no estamos hablando de la cabeza del pobre animal que le tiraron a Figo en el Camp Nou a principios de milenio. Aquella acción no fue más que una copia, y de las malas, de quien tuvo la idea de soltar uno a pasear por el césped del Sadar en el año 1982, cuando aún Indar Gorri no era una realidad. El partido transcurría con cierta ‘normalidad’ cuando, de repente, un pequeño porcino, con una camiseta del Real Madrid pintada con el número 7 que, por aquel momento portaba Juanito, decidió tomar la alternativa y saltar al césped. Aquello fue la hostia.

Pocos pamplonicas de aquella época son los que nunca contaron la batallita del abuelo, atribuyéndose el logro de ‘conocer’ al héroe (porque se convirtió en un ídolo) protagonista de aquella hazaña. Ya sabéis cómo es esto: rumorología, mucha palabrería, e incluso un poco de mito. Investigando, y de acuerdo con la gente que creó el germen de lo que posteriormente sería Indar Gorri, podemos afirmar que el susodicho que tuvo la brillante idea fue un conocido juerguista gamberro de la época: ‘Txikito’. Si alguna vez lees esto, Txikito, todos nuestros respetos.


Eran otros tiempos. Tiempos de fútbol familiar, de ir al estadio con la cuadrilla, de merienda y bota de vino en las tardes de domingo. Tiempos en los que casi todo estaba permitido. Hoy, este hecho sería impensable, pero entonces, no supuso mucho más haya que algo de revuelo en los medios locales y estatales, y una divertida anécdota para el malogrado jugador.


Unos años después, ya en 1986, poco antes de que se fundara Indar Gorri, los que serían sus futuros miembros, aunque no ocupaban su habitual localización y no estaban organizados como tal, desde la zona de Preferencia y con los primeros banderones confeccionados por ellos mismos, o quizá por sus madres, protagonizaron otros famosos incidentes: un tornillo alcanzó en la cabeza a Jorge Valdano y una castaña en el ojo a Ricardo Gallego. Un tornillazo y un castañazo. No fue mal balance para aquel partido. Para el recuerdo queda una cita de Leo Beenhakker, el por aquel entonces entrenador del Madrid: “Nos lanzaban tornillos, y eso nos impidió concentrarnos”. Por cierto, Osasuna acabó ganando por un gol a cero el encuentro.

El encuentro fue un infierno para los blancos y, como no podía ser de otra forma, acabó con el primer cierre oficial del Sadar (durante un partido) y el consiguiente destierro a Zaragoza, en el que quince mil rojillos se desplazaron para el partido contra el Murcia, en el cual fueron ubicados en el fondo de los recién fundados Ligallo Fondo Norte. Durante este desplazamiento, la actuación policial contra los osasunistas fue tan brutal que los jóvenes que poblaban Graderío Sur entendieron que era el momento de empezar a organizarse y no tardarían en hacerlo.


Tan solo unos meses después, cuatro, a principios de 1987, el sorteo de Copa volvió a deparar un encuentro entre ambos en cuartos de final. De nuevo hubo lanzamiento de objetos y se decretó el segundo cierre del Sadar, aunque Apelación terminó por levantarlo.


Bien entrado ya el 1987, es cuando oficialmente nace Indar Gorri, la ‘fuerza roja’ de Osasuna. El lugar elegido por los todavía adolescentes que fundaron el grupo para situarse fue Graderío Sur dentro del estadio, y el Paseo Sarasate el primer lugar de reunión fuera de él, a pesar de la anarquía reinante en el grupo de aquellos primeros años. En lo viejo se reunían chavales de diferentes barrios como San Juan o la Txantrea, que a la postre fueron los que formarían el primer núcleo activo del colectivo. Su primera pancarta, la que enseñamos en estas páginas, fue confeccionada por unas modistas de la ciudad, además de las primeras bufandas, que daban ‘oficialmente’ comienzo a la andadura del ya histórico grupo.

En esta época, y como hemos comentado en uno de los artículos anteriores, el antimadridismo hizo compañeros de viaje que nos parecerían extraños hoy en día, e Indar Gorri comienza a entablar amistad con Boixos Nois, siendo, para ellos, un grupo referente hasta mediados de los noventa. Con Kortatu, Negu Gorriak y música ska sonando de fondo, comienzan a aparecer también los primeros skins en las gradas. El movimiento insumiso y contestatario influye en la juventud de la ciudad, y los jóvenes ‘macarras’ de Iruña encuentran en Graderío Sur el lugar donde socializar y dar rienda suelta a su ‘creatividad’.


Así, con Indar Gorri ya asentado, llegamos al famoso día del petardazo a Buyo, en el año 1989. Sin duda, era el partido del año, y se podía notar que el ambiente estaba caldeado desde la previa en el primer bar que tuvo el grupo: ‘El Porche’. Las diferencias y discusiones con la gente de tribuna eran frecuentes, en aquella época, por lo que la policía aprovechaba para cargar con facilidad. En esta ocasión no sería menos. Además, para este partido, el Graderío Sur puso toda la carne en el asador: quema de banderas, bengalas, petardos…, y un especial énfasis en el portero madridista, con varias pancartas que se mostraron durante el encuentro, con frases como: ‘Buyo, ejecución’ o ‘Buyo, criminal y payaso’.

Osasuna se adelantó en el marcador, desatando una fiesta total, lo que hizo que los jugadores madridistas ‘aprovecharan’ un petardo que cayó cerca de Buyo para presionar en pos de la suspensión del partido. Lo consiguieron, y el árbitro dio por finalizado el partido en el minuto cuarenta y siete, lo que hizo que los ánimos acaben de tensarse, produciéndose nuevas y potentes cargas de la policía. ¿El resultado de lo acontecido? Portadas de prensa a lo largo de todo el Estado, el presidente y el entrenador del club cargando duramente contra Indar Gorri y un destierro, de nuevo a Zaragoza, para jugar los restantes cuarenta y cinco minutos, además de otros tres partidos de cierre, que, esta vez, se jugarían en Gasteiz. En esta ocasión, el Madrid consiguió empatar el partido y poner las tablas en el marcador.


Tocaba entonces moverse a Vitoria para arropar al equipo, en tres partidos en los que la afición rojilla se desplazó en masa usando el tren, en vagones repletos de aficionados que fueron bautizados como los vagones de ‘Auschwitz’, hasta el estadio de Mendizorrotza, en cantidades en torno a los diez mil aficionados. Pero el destierro no solo nos dejó imágenes curiosas en Gasteiz. También lo hizo en Pamplona, con una célebre pintada celebrando los incidentes que habían supuesto su cierre en el Sadar; y en Madrid, con un fotomontaje que el Frente Atlético dedicó a Indar Gorri para agradecerles el recibimiento hostil que habían brindado a su eterno rival.

Pero no penséis que aquí acabó la cosa… Tan solo uno y dos años después, respectivamente, tuvieron lugar otras dos jornadas dignas de recordar. La primera de ellas, en abril de 1990, cuando el Madrid volvía a Pamplona…, siendo campeón de Liga. Osasuna, teóricamente debería haber recibido al equipo con el tradicional pasillo, mostrando su ‘respeto’. Como no podía ser de otra forma, este nunca tuvo lugar, y el Sadar recibió a los blancos con una sonora pitada. Un año más tarde, en 1991, a Michel le tocó intentar sacar un córner en la esquina más próxima a Indar Gorri. Y decimos intentar, sí, porque no llegó a conseguirlo debido a la lluvia de objetos. El árbitro, en una decisión sin precedentes, tuvo que obligarle a sacarlo desde el lado contrario.


Después vino una década de tregua, tras el descenso a Segunda División de 1994. Solo fue un espejismo, y el nuevo milenio y el ascenso a Primera trajeron consigo, además de grandes tifos, una amenaza de sabotaje, el mecherazo a Iker Casillas, los lanzamientos de objetos a Helguera o Beckham, la famosa aceitera, la retirada de banderas en Preferencia…, y hasta el disputado récord de decibelios -115- en un estadio de La Liga en el año 2009. Parece complicado que en esta nueva etapa los rojillos puedan seguir haciéndonos disfrutar con este tipo de imágenes. Confiamos en ellos. Parece que siempre han sabido pasárselo bien, ¿no créeis?